miércoles, 13 de junio de 2012

CARTA ABIERTA AL JEFE DEL ESTADO MAYOR DE LA ARMADA DE LA REPUBLICA ARGENTINA


13 de Junio de 2013.
Al Jefe del Estado Mayor General
Armada de la República Argentina
Carlos Alberto Paz

Hace nueve años que el régimen que detenta el poder en la Argentina profundiza sistemáticamente su política de destrucción de las Fuerzas Armadas. No solo se basa esta política en deteriorar económica y profesionalmente a sus cuadros sino que ha sumado a ello una inmoral persecución a  los integrantes de las mismas que actuaron en ellas en momentos en que la Patria era asolada por bandas terroristas.

Desde el momento, años atrás, en que el jefe de estado mayor de una de las Fuerzas tuvo que subirse a un banquito para descolgar un cuadro se supo que los estamentos superiores de estas pasaban a ser títeres de la hostilidad y el ansia de desquite que anida en el centro mismo del Poder Ejecutivo de la Nación.

Que el cargo de ministro de defensa sea ocupado por ignorantes cuya única cualidad destacable es el odio a las Fuerzas Armadas o mangantes que solo pretenden  mantenerse allí agachando la cabeza frente a cualquier iniquidad ordenada no exime ni eximirá a los jefes de estado mayor de las Fuerzas Armadas por su colaboración con quienes tienen como objetivo la destrucción de ellas.

Las estupideces jurídicas manipuladas por el Ejecutivo Nacional respecto de la obediencia que debe el personal naval a sus superiores han quedado varadas en eso, estupidez. Hoy podemos asumir que la obediencia debida sigue siendo dogma de fe entre aquellos que presumiendo de ser jefes en las Fuerzas Armadas se someten a las cotidianas indignidades que la comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la república Argentina hace ejecutar contra ellas.

Usted, siguiendo los pasos de su antecesor ha aceptado ascender post morten- ascenso reservado a los héroes que dan su vida por la Patria-, a Jorge Devoto, ex marino y un simple criminal que fue cómplice del asesinato del Capitán de Corbeta Jorge Bigliardi, Oficial de Marina y, por si lo había olvidado, camarada suyo. Esto no es solo una afrenta al camarada abatido; esta es una afrenta a la Armada de la República Argentina, a sus integrantes en actividad o retirados y a los héroes que combatieron en una guerra cruel entablada por el terrorismo internacional al cual pertenecía el ahora ascendido.

No se equivoque, pretender ennoblecer a un delincuente es una acción que se inserta en la más profunda de las necedades, lo haya decidido usted o la comandante en jefe. Aún así, quiero suponer que no fue idea suya esta bufonada, pero se lo ordenaron y usted obedeció sin pensar que al ser partícipe de este acto quedaba asociado a un hecho criminal cometido en el pasado.

Sepa, si alguien no se lo ha dicho ya, que quienes le ordenaron proceder de esta manera ni lo respetan ni tienen por usted consideración alguna. Usted no ha ganado nada por si mismo. El poder que cree tener es sólo un préstamo en la medida que se porte bien o hasta que deje de servirle en acciones espurias a la comandante en jefe. Después, ya usado, será tirado al tarro de los desperdicios y enviado a su verdadero castigo, el desprecio de aquellos que alguna vez llamó camaradas.
JOSE LUIS MILIA
Josemilia_686@hormail.com

martes, 12 de junio de 2012

LA SACRALIZACIÓN DE LAS INVESTIDURAS


  12 junio 2012

Aún los que votaron a la mujer que dirige nuestros destinos… y que fue ungida luego, aceptan que ella… “tiene un grado más o menos aceptable de corrupción” (eso indican dos de las propias encuestas del gobierno en sus capítulos confidenciales).

El cargo presidencial nadie lo duda… tiene una significación republicana de tipo puro en lo institucional, de tipo universal en cuanto al alcance de la globalidad del estado que administra… de respeto y de prudencia.

La “investidura presidencial” es el carácter institucional que se adquiere por la posesión de ese cargo.    Esa investidura… es como una capa, como una especie de toga o manto… que cubre la imperfección de un cuerpo humano.

Supongamos… que debajo de esa toga… hay una persona enriquecida ilícitamente, una persona que dirige organismos de espionaje en contra de quienes opinan diferente… alguien que, sin lugar a ninguna confusión o error… le miente a toda la ciudadanía sin el menor arte ni estilo… una soberbia que se burla cotidianamente de las instituciones enviando a pagar jueces y a dar estímulos a los legisladores de una oposición que sabe tullida para que le voten sus caprichos.

Supongamos que… con la protección augusta de ese palio… hay una persona que no deja dudas sobre su proclividad corrupta y sobre su inmoralidad de toda escala.   Una persona sin tabla axiológica de valores y sin medida para la tenencia y conservación de un poder absolutamente corrompido.

La investidura presidencial es… en cualesquiera de esos casos… un concepto que solamente la irracionalidad mantendría unido a tal persona. 

En efecto, ese concepto no viene pegado a la persona humana… sino que se desagrega… porque las propias instituciones lo gritan en su letra… y que se puede fulminar… simplemente con la mano rígida de la conciencia crítica del “soberano” que es el pueblo… quien fue el creador de ese palio.

La descripción de una persona con las características que hemos señalado en el ejemplo no merece respeto, aún encontrándose bajo esa toga.

Y no es la toga solemne a la que se irrespeta… sino a la persona que vive a su socaire.

No hace muchos días la periodista Laura Di Marco que escribió un libro bastante bien descriptivo de uno de las más claras expresiones de la corrupción de esta mandataria, llamó al orden al empresario Dreyfus sólo porque le pareció… en ese momento… que el empresario había faltado el respeto a la investidura presidencial.

Ningún insulto se oyó de las palabras de este señor… solamente una consideración sobre la incoherencia y la falta de equilibrio sobre ciertos temas notoriamente vinculados a la deshonestidad y a la corrupción.
La periodista… muy exitosa con su libro… por algún raro sortilegio, se convirtió en una solemne desconocedora de algo que jamás debería ser dogmático y que… como se ha dicho… es pasible de una desagregación conceptual automática  :  LA INVESTIDURA PRESIDENCIAL.

Raro esto, después de que incluso Laura Di Marco fue cuasi apretada en la Feria del Libro a la luz del día… y mucho más raro es que ella pueda considerar que la presidente ignora lo que le hicieron esos papistas que trabajan forrados en dinero bajo su protección y bajo el lema “vamos por todo”  Sabemos que Laura no lo ignora, pero ella tal vez admira a alguno de los personajes de Molière

¿Será que después del apriete, habrá ocurrido un “abordaje” y acaso no precisamente para pedirle disculpas a esta frágil escritora … sino para conversar amigablemente con ella… sobre dos cosas?  

 a) Las próximas ediciones de su libro tan exitoso y la estimación de las ganancias que por ello esperaba?

b) La eventual ayuda para que termine de redactar su próximo libro… sin la rigurosidad del anterior?.

Si la “brillante” escritora y periodista carece de la cultura como para saber que el concepto de “investidura presidencial” no pervive pegado al cuerpo de un corrupto o criminal en el ejercicio de su cargo, debe regresar a los estudios terciarios.   Ahora … acaso pueda sufragar sus gastos en Harvard

Y mucho menos que eso…, ignora acaso que los resortes constitucionales habilitan al pueblo para protestar… y que eso no tiene irrespeto implícito….  como que… si esa protesta termina en un helicóptero… la investidura no va a subir jamás a bordo de esa nave.

Es raro que, con estudios de sociología, y habiendo ejercido la docencia … no sepa, o algo la haya hecho olvidar rápido de la desagregación y de la automática  repugnancia que aquel concepto siente por la ortopedia de un sujeto físico adherido a él por la simple carambola del destino.

Es raro que FOPEA (el Foro de Periodismo Argentino) que promueve la ética y la calidad periodística como pilares fundamentales de la práctica profesional deje pasar este enfoque (por lo menos sospechoso) de una de sus miembros… cuando atañe a una esencia ética.

Por extensión… se pueden ver entre este tipo de enfoques, contaminados por la política protectiva, algunos pecados conexos :

 Voy a repetir aquí algunos conceptos vertidos en mi última disertación en la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en la que seguramente mi colega escritora Di Marco… tiene cápita y carnet.

Y hay una visión rarísima… de este tipo de periodistas “cambiantes”… que parece muy peligrosa (con presidentes o con políticos en general).

La visión de aceptar ciegamente una exagerada idolatría tradicional por un concepto que  podríamos llamar aquí, “la democracia trucha”. La democracia argentina

La democracia, concepto solemne si los hay, se nos quiere presentar a todos como si fuera un gran  “cuco extorsivo”.
No se puede criticar a la democracia, (como aquí lo voy a hacer), sin que aparezca algún imbécil que le venga a decir a uno que es un golpista, un totalitario o un gran antidemocrático.

        Siendo los dirigentes políticos argentinos, casi sin excepción… una caterva de truchos, chantas y rateros sociales, es difícil que la democracia se pueda salvar de tener el sello de su conducta. Y Laura Di Marco debería saberlo de memoria.

        El “producto natural” de esos sujetos… es la “democracia trucha”.

       Y aún peor: La democracia termina siendo… ellos mismos

       La democracia, lo mismo sirve para denigrar y excomulgar a quienes no la defiendan
        con uñas y dientes así como para blindar las actuaciones de sus más conspicuos beneficiarios :

        Los dirigentes políticos que fueron elegidos por ella.
        Los que elige una ciudadanía, obligada a votar.  
        Y así, cuando ya están elegidos,  parece que esa elección fuera una especie de salvoconducto ó patente de corso para que se perpetre cualquier clase de medidas y decisiones.
        Una ordenanza que exige el acatamiento total a cualquier decisión.

       La esencia misma de la democracia reside en la ambición sin freno para ganar cuantas elecciones vengan, y por el margen mayor posible.     En consecuencia, el afán, ó ideal de cualquier partido,  es pues,  ganarlas, una tras otra, y por unanimidad, todas.

         El sueño honesto de un  político democrático, sería que todos los votantes se sintieran representados por él, y en ese sentido su anhelo coincide plenamente con el del dictador y el totalitario, sólo que el primero de los tres aspira a verlo cumplido mediante la persuasión y los otros mediante la imposición, la invasión, el sometimiento, el dirigismo, la ocupación y la fuerza.

         El primero por aclamación.  Los otros,  con ó sin ella. 

        El primero está dispuesto a conformarse con una aproximación razonable al cumplimiento de su anhelo, los otros no tolerarán el incumplimiento parcial y no aceptarán otra cosa que la cabal realización de sus designios. 

        La meta de ambos es, sin embargo, la misma:     
        Tener el poder, agrandarlo, acumular cada día más y ejercerlo sin ninguna clase de trabas, dirigir y manipular a los gobernados a su criterio, independientemente de que tanto el uno como el otro crean ó puedan creer estarlos favoreciendo, protegiendo, guiando y hasta tutelando.

        Un político, de la clase que sea, es alguien que, para empezar, cree estar en lo cierto.      Puede, tranquilamente, estar loco de remate y no habrá examen previo que le diagnostique su reviro y le impida asumir la función que sea. Cuenta con periodistas raros como Laura Di Marco que van a defenderlo.

        Cree saber… lo que es mejor para sí mismo y para los demás, para la totalidad de sus conciudadanos, y quiere llevar a la práctica su proyecto ó –más artísticamente- ver plasmadas en la realidad sus figuraciones más extravagantes.

        Es alguien que aspira, siempre, a regir sobre otros y a decidir por otros, aunque formalmente lo haga “en nombre” de esos otros.   

        Que uno utilice la persuasión y el otro la imposición no es poca diferencia, al contrario.

        Es toda la diferencia.

        Pero esta diferencia no debe ni puede, de hecho, ocultar que dentro de la persuasión caben y también se inscriben, el sofisma, la demagogia, la mentira, el engaño, las falsas promesas, y  tal vez la calumnia.

        Sin duda todas las farsas, las argumentaciones falaces y por supuesto la propaganda, no digamos el insulto, las acusaciones infundadas, la trapacería, la difamación, la emboscada, la hipocresía  y el chantaje. 

        Y sin embargo, la superstición democrática, en su manifestación más extrema, pretende y logra que todo esto sea normalmente excusado.   Que sea pasado por alto, aceptado y aún acordado. Respetado visceralmente por los Di Marco.
        Rara vez o nunca será denunciado o condenado. 

        Se toma como “parte del juego”, ó como “gajes del oficio”, ó como la “lógica de las alianzas”, de la “compensación y de la represalia”. Lógica del cambalache.    

         Todo esto se analiza con asombrosa asepsia, se cuenta y se especula con ello, se admite y aún se propicia.

        Parece normal que un político diga lo que no piensa, prometa lo incumplible, diga cualquier pavada, esconda sus intenciones y cambie de opinión en función de sus caprichos, sin explicar tal cambio.  

        Es normal que se crea dueño del Estado y haga de él un coto de caza para sus negocios o para sus vicios.  Siempre va a llegar un exégeta (comprado o confundido) que le haga respetar la “investidura”.

        Nunca será castigado un dirigente político por sus veleidades ó inconsecuencias.
        No se le han de pedir cuentas porque un día censure y al siguiente ensalce a un contrincante, a otro partido.

         Siempre va a encontrar un comprensivo agasajo de todo lo que diga o haga  –en realidad resignadamente corrupto- .

         Pero cuando surge por ventura alguna persona que por estas prácticas descalifica a un político ó a un partido, entonces todos, como un ejército,  sacarán a relucir sus dientes para que, con su magia, vuelvan las acusaciones en contra de quien los acusa:

         “Somos una agrupación democrática, somos hombres de la democracia,  gozamos de inmunidad democrática”, “hemos sido limpiamente elegidos en unas votaciones libres”, “atacarnos equivale a insultar a varios millones de electores”.    

         Estos son los reproches amenazantes a cualquiera que se anime a  criticarlos.             Cuidado: Atacar lo sacralizado es hereje.     

        Un partido puede ser democrático en el sentido meramente técnico de estar registrado como tal y concurrir a las elecciones, pero puede perfectamente no serlo ni en su espíritu ni en su funcionamiento interno (y vemos que no lo es casi ninguno),  ni en su defensa de ese sistema político ni, desde luego, en su mínima  tolerancia de los demás partidos.    

        Unos políticos pueden haber sido, en efecto, elegidos en votaciones libres, pero será difícil ó más bien imposible… que lo hayan sido “limpiamente” en la Argentina .
   
        No sólo por las habituales manipulaciones antedichas sino porque, sobre todo, habrán sido elegidos en primer lugar –esto es, contratados, comprados, premiados ó “fidelizados”- por el aparato de sus respectivos grupos que los colocara en las listas cerradas armadas sobre  “negocios a futuro” o devolución de favores.  
        Y, claro está, criticar, atacar ó incluso descalificar a un político no equivaldrá jamás a insultar a un solo votante suyo :

        No ya porque un altísimo porcentaje de votantes opte siempre por una ú otra lista sólo como mal menor, sin ningún entusiasmo ni, desde luego, por incondicionalidad alguna, sino porque, por mucho que a los políticos y a los partidos les guste considerarse ó estén considerados “representantes” de la ciudadanía… a la hora de los hechos… lo son en grado mínimo, en nuestra democracia.

        Son unos perfectos chantas.

        Truchos, todos ellos, reyes de la justificación,  buscadores de culpas ajenas… lavadores de manos… insinceros… irresolutos…  trenzadores de arreglos y acróbatas de la promesa.  Ladrones en su mayoría       

        Lo decisivo aquí, es que son siempre, y en el mejor de los casos, representantes interinos provisionales.
        Azarosos,  si se me apura.

        Y la prueba de ello, es el modo en que, ellos mismos, cada vez que hay nueva campaña, procuran atraerse precisamente el voto de quienes la vez anterior no se lo dieron ni los quisieron como representantes suyos.       

        Digamos en suma, que su grado de “representación” está tan rebajado, tan pálido, tan “televisivo”, su vínculo con los electores es tan teórico, cambiante y superficial, que de ninguna manera se podría hallar veracidad en sus pretensiones de transferir los ataques que reciben al cuerpo de sus votantes. 
        Esa correa de transmisión que inventaron, es una entelequia.

        Los gastos insólitos y demenciales (como los del avión Tango) de los  funcionarios y dirigentes políticos a cargo del erario público se podrán justificar siempre, por más escandalosos y superfluos que sean, sólo con “estar contemplados en las nobles partidas presupuestarias legalmente aprobadas”,  y así hasta el infinito.

        Un formidable muestrario de dirigentes políticos que, empezando por ella, son los arquitectos consumados de la democracia trucha


                                                                    Lic Gustavo Adolfo Bunse
                                                                             gabunse@yahoo.com.ar

Victoria Vilarruel nos habla de los montoneros


La abogada Victoria Villaruel, presidente de CELTYV - Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas – Argentina, nos habla de los montoneros. Para menores de 40 años y mayores de 45 años... tratar de escuchar hasta el final, aunque aburra...porque ese aburrimiento puede ser la causa de lo que se comenta en este video.


Por favor colabore con su difusión. Gracias.

La destrucción de la República

A la república solo ha de salvarla pensar en grande,
sacudirse de lo pequeño y proyectar hacia lo porvenir.
José Ortega y Gasset

La frase del epígrafe fue escrita por Ortega y Gasset cuando la república española se debatía entre contradicciones y revanchas. Fue un impaciente llamado a los políticos para que dejaran de pasarse facturas por el pasado, desecharan la crianza del odio y que asumieran que de ellos dependía la creación de un estado nacional fuerte y solidario. No fue escuchado, absortos en sus egoísmos los políticos españoles prefirieron pensar de una manera vana y pedestre. El resultado fue una guerra civil y un millón de muertos.



Ya ni vale la pena detenernos en lo que hoy estamos viviendo porque esto viene de lejos. Exactamente desde hace veintiocho años. Más allá del hecho que todos los que tenemos más de cuarenta años lo hemos padecido en carne propia, en esta repetición de errores estúpidos lo único que hoy genera asombro es ver con que impunidad una facción que ha decidido hacerse con el estado va logrando sus objetivos ante la pasividad de todos. De nuevo  tiene fuerza de dogma entre los argentinos el “No te metas”. Todo puede suceder en la medida que cada uno de nosotros no sea el inmediato damnificado y me ne frega si al de al lado se lo llevan puesto. Si salvé mi kiosco, que los demás se arreglen.



Sobre esta forma de ser del argentino es que la pandilla gobernante ha podido sustentar su ratería institucional. Hemos sido aplastados de tal manera que lo único que nos mueve es que nos hurguen el bolsillo. Hemos conseguido en nuestra necia comodidad dejar que prostituyeran hasta aquello que era impensado que alguna vez pudiera ser deshonrado. Convertimos a la República en un infame mercado de pulgas donde todo es negociable y, por supuesto, una vez usado todo es descartable. Si alguien tiene alguna duda puede preguntárselo a políticos, empresarios, jueces, generales, almirantes, o brigadieres. El miedo a perder las espurias canonjías o enjuagues que supieron conseguir los impele a llevar a cabo operaciones repugnantes aún contra sus amigos, conocidos o camaradas, total, “vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todo manoseaos”.



Todo esto comenzó cuando llegó la democracia. ¡Cuidado!, no es la democracia algo malo en sí, lo sórdido fue la manera como llegó y quienes la trajeron. Hagamos algo de memoria. Tuvimos democracia porque perdimos la Batalla de Malvinas. Ese frágil y mentiroso anecdotario que hoy se les cuenta a los chicos que la democracia llegó de la mano de la “heroica resistencia al poder militar” es solo un verso guarango. Es un relato tan farsante y basado en medias verdades como el que hoy soportamos y quizás peor aún pues es el compendio de la bajeza humana, es la “gesta” de abogados defensores de terroristas luego   devenidos en dirigentes políticos que en sus ratos libres informaban a la SIDE, es el cuento de extremistas que al final terminaron siendo conmilitones de uno de los jefes del proceso y al que le mostraron su valía entregando “perejiles” a destajo, es la patraña con pretensiones de heroísmo de tipos que vivieron escondidos y luego salieron a hablar de una intrepidez que jamás tuvieron. Esa es la verdad de como accedimos a la democracia y cuando la parición viene mal no hay que ilusionarse con el crecimiento.



Nos han jodido tanto con la democracia que hemos llegado a pensar que cualquier cosa anterior al 24 de marzo de 1976 se pierde en la incierta bruma de los tiempos pretéritos sin ningún interés o razón de ser. No es que nuestra bendita democracia haya nacido ese día sino que necesitamos tener algo previamente muy oscuro para que el sumiso colectivo ciudadano pueda compararla y pretender que es tan esplendorosa como nos quieren hacer creer.

Cuando esta, la democracia, nos cayó del cielo en 1983 todos pensamos, muy a la argentina, qué era lo que con ella íbamos a conseguir. A nadie, y menos aún a los dirigentes políticos, se le ocurrió imaginar que era algo a construir con paciencia y dedicación, a nadie se le paso por la cabeza, siquiera durante un momento, que era menester un aprendizaje profundo para hacerla plausible en la Argentina. 

¿Para qué?, si nos habían dicho que ella nos iba a educar, curar y hasta quizás nos iba a hacer ganar un mundial de fútbol. Obviamente nadie se animó a decir que una democracia moderna, ágil y eficiente era posible en la medida que se basara en que los que fueran a dirigirnos debían ser por intelecto y carácter los mejores. Pensar que alguien pudiera decir algo por el estilo era un chiste en sí mismo, estábamos en Argentina, rara comarca la nuestra donde cualquier desquiciado al que en un país en serio no le hubieran permitido dirigir siquiera una pegatina en barrios marginales y en la profundidad de la noche, puede aspirar con éxito a sentarse en el sillón de Rivadavia.

En veintiocho años y medio de democracia hemos soportado de todo. Desde un inútil vociferante, pasando por un protocorrupto al que si hoy lo comparamos en una rueda de cortabolsas con los que hemos sabido conseguir en los últimos tiempos queda éste reducido a la estatura de un punga de bondi, y así seguimos con un payador que decía haberse preparado toda su vida para ser presidente y tuvo que irse como rata por tirante. Luego tuvimos dos o tres que duraron horas, un caudillejo del conurbano que se prestó para hacer el trabajo sucio y finalmente una presidencia colegiada y familiar que estamos sufriendo.

Pero en estos veintiocho años y aunque de signos diferentes, ¿Diferentes? todos ellos han coincidido en un común objetivo: la destrucción de la República. Para ello han llevado adelante, en forma solapada o abierta, una guerra miserable contra las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica, un sistemático desguace de la justicia mediante la compra y elección de jueces indignos y la destrucción de la escuela pública pues para arruinar la República es menester tener un pueblo de ignorantes a quienes comprarles su dignidad con alguna mísera dádiva.

Quizás si Gramsci se levantara de su tumba le alegraría ver que buenos discípulos ha tenido en estas tierras. Sería una desilusión para él. Estos, que han llegado a plasmar la idea gramsciana en Argentina no han llegado a ella por el estudio, el desarrollo de una estrategia o una fanática dedicación a la causa. Nos han llevado a ello a fuerza de estupidez e   indecencia.

JOSE LUIS MILIA
Josemilia_686@hotmail.com

lunes, 11 de junio de 2012

Editorial de la Nueva Provincia del 10 de junio de 2012



Nos preguntamos: ¿si esta decisión presidencial es constitucional e igualdad ante la ley?... los oficiales almirantes que con su presencia, convalidaron y asintieron el homenaje a un traidor que envió a la muerte a un ex camarada y superior suyo ¿no son plausibles de al menos un tribunal de honor solicitado por su camaradas en situación de retiro? Creemos que los tribunales de honor fueron "suprimidos" o cayeron en desuso... por lo menos así lo demuestran la nueva conducta y honor militar.


Domingo 10 de junio de 2012

EDITORIAL

Afrenta

     Cuesta establecer con exactitud, y menos todavía con prontitud, qué cosa está premiando el ascenso post-mortem del teniente de corbeta --y ahora de fragata-- Jorge Devoto. La presidenta omitió precisiones cuando oficialmente lo dispuso el jueves pasado, y luego perseveró en su omisión cuando públicamente lo otorgó, ante las miradas atentas y cohibidas del Almirantazgo en pleno. No puede estar premiando, sin más, la abyecta acción de haber entregado al capitán Bigliardi, camarada de armas suyo, a manos de los montoneros para que éstos le asesinasen en La Plata, hace casi cuarenta años. Tampoco su probada pertenencia a dicha organización terrorista, pues de ser así debería, por inversa razón, degradarse a todos los oficiales que la combatieron a sangre y fuego y, además, afortunadamente, la aniquilaron.

     Mas difícil resulta, en cambio, entender los motivos del Almirantazgo para digerir en silencio la afrenta de que a uno de sus hombres le maten, como a Bigliardi, sin que nadie premie su martirio, y que premien sin ambages a su entregador. La cobardía, señores almirantes, es siempre más humana que la ideología.


Fuente: La Nueva Provincia – 10 de Junio de 2011