jueves, 13 de junio de 2013

DR. ZAFFARONI ¿UD DUERME EN PAZ CON SU CONCIENCIA?


Tal vez Ud. Dr. Zaffaroni, ocupado como seguramente debe estar, cumpliendo tan importantes funciones en el máximo Tribunal de Justicia de la Nación, no se habrá enterado de lo que últimamente sucede en nuestra Patria fuera de los muros del Palacio de Justicia.

Pero le pediría que se tome la molestia de informarse y luego, si su conciencia se lo permite, medite al respecto.

Claro que no coincidiríamos en la visión, dado que formamos parte de mundos absolutamente opuestos. Yo soy un anónimo ciudadano que a los 70 años lleva medio siglo trabajando y que ha formado una familia como Dios y la naturaleza mandan, este año cumpliré 45 años de matrimonio, tengo dos hijas, el varón que hoy cumpliría 43 años está en el  cielo, y tres nietos que alegran nuestros días y completan la familia.

Tampoco cultivo marihuana en mi balcón, ni lo haré cuando Ud. logre despenalizar su ingesta, otro rasgo que nos diferencia, y ni hablar de niveles intelectuales. No podría ni intentar hacer comparación alguna; sus pergaminos son abrumadores y yo apenas se leer y escribir.

Pero hay muchas otras diferencias que nos separan, yo por ejemplo no tengo novio, menos aún departamentos para alquilar como prostíbulos permitiendo así la trata, rufianería, proxenetismo y prostitución. Y mire Ud., en mi ignorancia, suponía yo que un Juez en lo Criminal debería combatir estas actividades y no alentarlas mirando para otro lado y mintiendo, al borde del llanto, un inexistente desconocimiento.

Y son muchas más mis ignorancias e incomprensiones.

En mi paso por la Facultad de Derecho de la Universidad del Salvador, tuve el honor de ser alumno del Dr. Don Carlos Fontán Balestra, él y sus dignos adjuntos como el Dr. Jaime L. Smart – hoy encarcelado por haber sido, al igual que Ud., funcionario del proceso –  por citar alguno, nos enseñaron las teorías del Derecho Penal y las distintas escuelas criminalísticas en magistrales e inolvidables clases.

Y le puedo asegurar que ninguno de ellos nos insinuó siquiera que un delincuente era, en realidad, una víctima de la sociedad. Por el contrario, ellos sostenían que los delincuentes debían ser llevados a juicio respetando sus derechos, pero que ante la comprobación fehaciente del hecho imputado, debían purgar su crimen y aceptar su condena. Menos aún suponer, como Ud. hizo siendo Juez del crimen, que un psicópata que obliga a una criatura a practicarle sexo oral no cometía el delito de violación y que por haber tenido la “delicadeza” de apagar la luz mientras sometía a su indefensa víctima merecía una reducción de la pena. Nada de eso nos enseñaron.

¿Se habrán olvidado?

Por otra parte, aunque lo hubieran explicado, no habríamos comprendido ni aceptado semejante mamarracho. Un criminal es alguien a quien la sociedad, a través del representante de la “vindicta pública” lo debe poner a disposición de la justicia y si su acción es típica, culpable y probada debe recaer sobre él la condena y por supuesto que la debe cumplir.

Ya sé que Ud. piensa todo lo contrario, pero ¿Sabe qué? Hace años que vemos que los delincuentes en general y los violadores en particular, gracias a su progresista pensamiento, quedan libres de inmediato por su “buena conducta” y por haber pedido perdón por su falta jurando eterno arrepentimiento. Y esto pese a estar probado que un violador no se regenera sin una estricta terapia y aislamiento absoluto y aún así no es seguro el resultado. Y ¿Sabe qué? A las 48 horas cometen otro crimen sea violación, sea homicidio… y en realidad son sujetos que tendrían que haber estado encarcelados hasta pagar su deuda con la sociedad.

Y ahora viene Ud. a decirme que, por el contrario, somos nosotros, los ciudadanos honestos, los que le debemos pedir perdón a los criminales, que somos quienes los victimizamos y obligamos a elegir el camino del crimen como única opción. ¿Ud. está seguro de lo que dice?

Porque, aunque es sabido que el estado de crisis social y cultural que atraviesa penosamente nuestra patria se genera en una amplia variedad de factores, su filosofía criminal es uno de ellos y muy importante. Claro que también influye negativamente el hecho de tener millones de desocupados que no necesitan trabajar porque son mantenidos mediante subsidios pagados con los dineros públicos generados por quienes trabajamos y pagamos impuestos. Y esa colonia de “vagos mal entretenidos” cae en lo que nuestros abuelos calificaban como la “madre de todos los vicios” que es el ocio.

Y el gobierno nacional que colabora entusiastamente liberando las fronteras donde ya no hay radares ni gendarmes, facilitando ex profeso que la droga se instale en esa juventud que no estudia ni trabaja y cuya única obligación consiste en ir a aplaudir discursos que no comprende. Y la consecuencia está a la vista Dr. Zaffaroni, los asesinatos, secuestros, violaciones ya no son noticia, pero no porque no sucedan estos crímenes, sino porque ya saturan y dejaron de ser novedad.

A esa triste realidad hemos llegado, y Ud. con su Teoría Negativa o Agnóstica de la Pena me quiere hacer creer que los criminales son víctimas de la sociedad. Y no lo creo, pese a que su amañado lenguaje así lo pretenda probar: “todos los inconvenientes de las teorías positivas se eluden si se adopta un criterio de construcción Teleológica que tenga por meta la protección de los bienes Jurídicos (Seguridad Jurídica) pero en lugar de caer en la ilusión que protege a la victima de las demás, asume el compromiso real de proteger los que son efectivamente amenazados por el crecimiento incontrolado del poder punitivo”. ZAFFARONI EUGENIO RAUL - ALAGIA ALEJANDRO - SLOKAR ALEJANDRO “Derecho Penal Parte General”  Editorial Ediar Buenos Aires 2000 pág. 35
  
Por respeto a los lectores no incluiré lo que pienso de una persona como Ud. pero deduzco que lo imagina perfectamente. Ud. no merece el menor respeto de los ciudadanos honestos. Seguramente los criminales lo adoran y lo veneran por haberlos elevado a la categoría de víctimas y condenarnos al resto de la sociedad como sus victimarios. Pero Ud. y yo bien sabemos que se trata de una falacia que en algún rincón pútrido de su espíritu se ha generado por alguna misteriosa y perversa malformación.

Finalmente, Dr. Zaffaroni: ¿Duerme Ud. plácidamente cada noche? ¿No le perturba su conciencia cada mañana enterarse de un nuevo crimen que se podría haber evitado simplemente haciendo cumplir las condenas en vez de liberar peligrosos delincuentes?

¿Nada de eso le preocupa?

Ud. me causa pena y espanto.


Juan Manuel Otero