miércoles, 22 de enero de 2014

LA FALSIFICACIÓN DE LA HISTORIA EN AMÉRICA LATINA Y LAS MENTIRAS DE LA IZQUIERDA

Por Ricardo Angoso

Domingo, 19 de Enero de 2014

Asistimos en los últimos tiempos, sobre todo tras la llegada al poder de la izquierda en Argentina, Chile y Uruguay, a una revisión histórica sin precedentes acerca de lo que ocurrió en todo el continente en las décadas de los sesenta,  setenta y ochenta. Eran los años de plomo y muerte, de bombas indiscriminadas contra civiles inocentes y atentados por la espalda contra los miembros de los cuerpos de seguridad y las Fuerzas Armadas. Las bandas de carácter marxista, siguiendo el ejemplo de la Revolución Cubana (1959), abrazaron la lucha armada y vieron en la violencia revolucionaria, nacida del odio hacia la cultura occidental y los valores democráticos, la panacea salvadora a todos los males que supuestamente asolaban al continente.



En Argentina, por ejemplo, hubo numerosos grupos de carácter terrorista, aunque el mayor protagonismo se lo llevaron los crueles y temibles Montoneros, nacidos al calor y tolerante benignidad del movimiento peronista de entonces. Cometieron decenas de atentados y acciones terribles, causaron centenares de muertos y heridos y dejaron un dolor injustificable que aún hoy sangra en la sociedad argentina. Al que fuera presidente del país, el general Pedro Eugenio Aramburu, los Montoneros le secuestraron, en 1970, luego le sometieron a una parodia de "juicio popular" en una inmunda "cárcel del pueblo" y después le asesinaron de un tiro en la nuca. Una vergüenza propia de cobardes y gente sin principios.


Más triste fue el caso del coronel Argentino del Valle Larrabure, al que también secuestró un grupo subversivo marxista, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en el año 1975. Fue mantenido en una mazmorra en las peores condiciones de vida durante un año y una semana, para a renglón seguido, después de haber padecido toda suerte de tormentos, ser torturado y asesinado por los "héroes revolucionarios". Más tarde, el gobierno del funesto Héctor Cámpora puso en libertad a los asesinos de Larrabure y el caso, como otros tantos, quedó en la más absoluta impunidad.


Son dos casos nada más de los miles de hechos criminales perpetrados por las bandas marxistas que más tarde fueron derrotadas por el gobierno militar del Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), periodo hoy ignominiosamente olvidado y condenado por una sociedad que prefiere no conocer la historia reciente de su país en aras de aceptar la vulgata marxista. El "pago" que ha dado la sociedad argentina a aquellos  militares que arriesgaron sus vidas para traer al país la paz y la democracia ha sido la cárcel, el lento exterminio de un puñado de hombres valientes y heroicos que dieron su vida por la patria. Ya han muerto 224 militares en las mazmorras kirchneristas y otro millar  se pudre sin que nadie se acuerde de ellos.

LOS CASOS DE CHILE Y URUGUAY

También en Chile se han tergiversado los hechos ocurridos a partir del año 1970, en que Salvador Allende ganó unas elecciones presidenciales por un exigió resultado (36%), y se trata de presentar el país de entonces como una realidad idílica y paradisíaca. En definitiva, se intenta  convencer al mundo que la "vía chilena al socialismo" se desarrolló de una forma pacífica y democrática. Basta de mentiras. Los tres años de Allende fueron un desastre completo, se hundió la economía nacional, los atentados terroristas de los grupos de extrema izquierda se sucedieron casi a diario y si no es por la intervención del 11 de septiembre de 1973 Chile hubiera acabado en una guerra civil, en una matanza indiscriminada para dar rienda suelta a los más bajos instintos de una izquierda que quería tan solo el "poder total".


Allende, apoyado por Fidel Castro y todos los partidos comunistas del mundo, incluida la Unión Soviética, tenía muy claro el guión: convertir al moderno y desarrollado Chile en un país de la órbita comunista cayera quien cayese. Uno de los principales grupos que apoyaban a Allende era el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), una organización terrorista que incluso siguió cometiendo atentados atroces durante el desgobierno socialista.


También Allende amnistió, en un gesto abyecto y que demostraba su miseria política, a los terroristas  de la Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), grupo implicado en el asesinato en atentado, en 1971, del ex ministro del Interior Edmundo Pérez Zujovic. Se calcula que entre octubre de 1970 y agosto de 1973, según el escritor Noberto Fuentes, entraron en Chile unos 4.000 fusiles de asalto AK-47 procedentes de Cuba y que fueron transportados en aviones civiles de Cubana de Aviación para ser entregados a los terroristas chilenos. Tan solo tras la salida de Allende de la presidencia, el país recuperó la normalidad y se encaminó por la senda del crecimiento y la prosperidad, herencia que después recibieron los civiles y que pagaron con la misma moneda que en Argentina: el encarcelamiento de numerosos militares y policías que habían estado en primera línea de frente contra la subversión y habían derrotado al terrorismo. Así hace las cosas esta derecha, como Sebastián Piñera, que ahora se niega a indultar a estos militares y hace la vista gorda ante los terroristas marxistas que se refugian en Cuba.

Historias muy parecidas se sucedieron en el Uruguay, donde los militares contribuyeron a la derrota de la subversión y evitaron que la Nación cayera en un modelo político parecido y fiel copia a la isla-prisión de Cuba. Los militares fueron llamados por el poder civil, en una intervención cívico-militar acaecida en el año 1973, para poner fin a la emergencia terrorista, facilitar la supervivencia de las instituciones políticas y evitar el caos. Luego, en 1985, entregaron el poder, como hicieron los militares argentinos dos años antes, de una forma civilizada y respetuosa a los civiles.

Juan María Bordaberry

Pero nadie ya recuerda esos hechos y, al igual que en Argentina, la gente olvida que en la década de los 70 los Tupamaros habían convertido a la capital uruguaya, Montevideo, en un infierno y que pretendían hacerse con el poder por la fuerza para fundar un régimen comunista. Los militares que entonces se empeñaron en la lucha contra los terroristas marxistas hoy están en la cárcel y algunos civiles, como el ex presidente Juan María Bordaberry, que contribuyeron notablemente  al desarrollo de políticas tendentes a la supervivencia de la democracia, murió en el olvido, el oprobio y el repudio tan propio de esta época de manipulación, falsificación histórica y adulteramiento descarado de los hechos.


En Uruguay, al igual que en Argentina y Chile, los militares se convirtieron en el chivo expiatorio de toda una época para una izquierda rencorosa y vengativa que ha escrito la historia a su manera. Hoy un colectivo formado por 34 militares, ya muy mayores y en pésimas condiciones de cautiverio, se muere en las cárceles uruguayas. Las Fuerzas Armadas de estos países fueron capaces de ganar la guerra a la subversión marxista durante la Guerra Fría, pero no fueron capaces de ganar la batalla política. Tampoco han sido reivindicados por unos demócratas que prefieren mirar para otro lado antes que defender unos principios y valores firmes en pro de la libertad, la concordia y la democracia. La cobardía se impone, pero también la manipulación histórica. Vivimos en un mundo al revés.


NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota original.

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