Desde hace tres semanas, un grupo de
soldados se ocupa de urbanizar un asentamiento en Florencio Varela; es una
prueba que impulsa Milani para mostrar una faceta distinta de su fuerza; la
relación con Bonafini y el rol de Larroque
Por Santiago Dapelo | LA NACION
Soldados del Ejército, esta semana en
tareas de reurbanización.
Foto: LA NACION / Soledad Aznarez
Foto: LA NACION / Soledad Aznarez
El ruido de las bordeadoras corta el
clima de tranquilidad y silencio que se respira en el barrio. A la hora del
almuerzo, hay poco movimiento en las calles de la periferia de Florencio Varela.
Dos chicos en bicicletas, un grupo de cuatro mujeres y algunos jóvenes son los
que cruzan por la canchita de fútbol que ocupa el centro del lugar. Ahí trabaja
un grupo de nueve soldados que tienen como objetivo desmalezar la zona. Ya no
causan intriga o dudas como ocurría los primeros días.
Son tres las máquinas que usan los
soldados que todas las mañanas, desde las 9, trabajan en el barrio San José,
aunque algunos de los vecinos prefieren llamarlo Agustín Ramírez. Otros tres,
rastrillo en mano, se encargan de limpiar el terreno. "La gente nos trata
muy bien", dice uno de ellos con timidez. "Venimos todas las mañanas
desde Campo de Mayo", cuenta otro. Son todos muy jóvenes, el último
eslabón en la cadena de mando.
La presencia de LA NACION genera
algunas incomodidades. Casi todos piden la reserva del nombre. Nadie quiere
problemas con quien parece estar en todos lados. "Pará que hablo con «el
Cuervo»", avisa el enlace del Ministerio de Defensa. El Cuervo no es otro
que el diputado nacional Andrés Larroque. El líder de La Cámpora será el nombre
más repetido de la tarde; es quien tiene la última palabra en el día tras día.
El trabajo que realizan desde hace
tres semanas es producto del compromiso acordado hace casi cuatro meses por el
jefe del Ejército, César Milani, y la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe
de Bonafini, para promover la participación de militares en tareas sociales.
Pero no están solos, militantes de La Cámpora también colaboran con las
acciones. Así se compone un triángulo de acción que motorizó la presidenta
Cristina Kirchner. Incluso, fue la jefa del Estado la que ratificó el rumbo del
nuevo rol social de "las Fuerzas Armadas de la democracia" hace dos
semanas en el Congreso.
César Cayeta se sienta en la vereda
con parte de su familia. Una gorra raída cubre su rostro arrugado del sol. Los
mira trabajar sin quejas, con respeto. Atrás quedaron los cuestionamientos.
"La primera vez que los vi, me asusté. Pero como también estuvieron «el
Cuervo» [Larroque] y Hebe [de Bonafini] me quedé más tranquilo", relata
Cayeta, encargado del comedor comunitario.
URBANIZAR
UN PREDIO
La primera labor es limpiar la zona.
Cortar el pasto, pintar el centro comunal, entre otras tareas básicas; un mes
fue el plazo que se impusieron para cumplir el objetivo, que vence en siete
días. "Les pedí que me ayuden a arreglar la calle, pero me dijeron que no.
Igualmente está bueno el laburo que hacen. A mí me gusta, aunque hay otros que
andaban en cosas raras que no les gusta nada", cuenta Cristian Burgos, que
aprovecha el calor atípico de marzo para lavar un Renault 9.
Tras el primer desembarco, con
Bonafini y Larroque, a la semana llegaron técnicos de la fuerza para evaluar
los trabajos más de fondo: la urbanización de un asentamiento que hay a tres
cuadras de la canchita de fútbol. Hace dos meses, unas 250 familias tomaron un
predio que estaba destinado a espacio público. Tras un primer conflicto con los
vecinos, el municipio junto a la Comisión Nacional de Tierras, el Ejército, el
Ministerio de Defensa y las Madres combinaron esfuerzos para insertarlos en la
comunidad. La tarea no fue sencilla. De hecho, la presencia de los soldados
sirve como elemento disuasorio.
Las casas de madera y chapa se
presentan una al lado de la otra en orden. Incluso, a diferencia de otras
tomas, dejaron espacios para que en el futuro abran calles. La gran mayoría son
jóvenes y niños.
La pala mecánica hace un pozo y junta
la tierra a centímetros de la puerta de una casa de madera. Tres mujeres toman
mate sin decir una palabra. Es Cecilia la que se acerca al efectivo del
Ejército. "Les pedí que me llevaran tierra a casa", lo apura Cecilia,
que llegó al lugar hace un mes desde Almirante Brown. "Mostrame", le
dice, con paciencia, el único oficial en el asentamiento. Un minuto después, le
da la respuesta que Cecilia buscaba: "Paso mañana".
Cecilia es una de las pocas vecinas
que no está de acuerdo con la presencia de los militares. "Es una
vergüenza", define la joven de 24 años, madre de dos chicos. "Para
eso deberían estar los cooperativistas, pero son todos unos vagos",
agrega.
LA
INSEGURIDAD, PRESENTE
La inseguridad es uno de los flagelos
del barrio, también la droga. Tiene que ver con dos cuestiones fundamentales
para resolver en la zona: la falta de trabajo y educación. "El domingo me
robaron todo. Es el segundo robo en dos semanas. No pasó ni un patrullero, pero
de día tengo al Ejército en la puerta de mi casa", rezonga Cecilia. De
noche es otro el panorama. Sin los soldados en las calles -dejan sus tareas a
las 15-, el barrio se convierte en un lugar poco seguro.
Los trabajos sociales del Ejército no
son nuevos, pero las labores en conjunto con las Madres y La Cámpora abren un
nuevo capítulo en la transformación. Aunque el 85% de los integrantes de la
Fuerza ingresó después de 1983, el trabajo social del Ejército "es una
lavada de cara", para los vecinos, que no tienen muchas expectativas.
Creen que los soldados se irán en breve. Descreen del camino que señaló
Cristina Kirchner cuando dijo: "Vamos a una integración de nuestras
Fuerzas Armadas a la sociedad".
Además de desmalezar, el Ejército
comenzó las tareas para abrir zanjas para evitar las inundaciones los días de
lluvia. Después será el tiempo de las cloacas. Ya pasó el tiempo de la
adaptación; no hay sorpresa en el barrio por la presencia de los soldados, sino
sosiego y desesperanza…
FUENTE: http://www.lanacion.com.ar/1672615-el-nuevo-ejercito-tareas-sociales-con-las-madres-y-la-campora-para-mostrarse-en-la-calle
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