Por: Roberto Porcel
Pareciera
que vuelve a ponerse en el tapete la utilidad o no de “un
poco de colimba”. Sin ir más lejos, algo así fue planteado
hace unos días por el Intendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino; lo
que me provoca alguna reflexión.
Si algo
antes equiparaba y nos daba la misma “identidad”
a todos los argentinos, eso era la “colimba”.
Alcanzaba por igual a los que más tenían, como a los que menos. Pero todos bailábamos al compás de la misma música; nos
integrábamos unos con otros. Compartíamos todo y nacían amistades que duraban
años, no importando el origen de cada uno. Ciertamente esa “música” que en su inicio debe de haber sido genuinamente honesta, “servir a la Patria”, con
el correr del tiempo se fue deformando y se convirtió en estar al servicio del
general o de la familia del general de turno, desvirtuando la finalidad o el
objetivo primario y último del servicio militar; ello mas allá de los excesos
que ciertamente, también los hubo. Pero lo que no estaba entonces en
tela de juicio, era que el Ejército era uno solo, era el Ejército de la Nación
Argentina, y todos confluíamos de alguna manera, orgullosos en él.
Para algunos, era la primera aproximación a un par de zapatos, a un cepillo de
dientes, a un libro; para otros, un primer baño de “realidad”. Pero para todos, servir a la
Patria era motivo de orgullo.
Eso hoy se ha perdido, ya no existe.
No hay un Ejército que nos identifique a todos por igual; para un sector de
Madres de Plaza de Mayo, con Bonafini a la cabeza, estamos en presencia del “Ejército del pueblo”, que se identifica
con la Cámpora y que da sus primeros pasos de graduación trabajando juntos en
las villas. Para otro sector de Madres de Plaza de Mayo, se trata del Ejército
de Milani, a quién ponen en igualdad de condiciones con Videla, y por tanto
objetan y tildan de genocida. En ningún caso existe unidad de criterio en
considerarlo el Ejército de la Nación Argentina,
Con nuestra juventud sucede que
también se ha ido perdiendo unidad e identidad. Cada vez son más los jóvenes
que pretenden otra “nacionalidad”.
Colas y colas en embajadas peleando por una nacionalidad distinta de la
argentina. Hoy son muchos los que prefieren ser “europeos” antes que argentinos. Del otro lado del mostrador,
encontramos esa generación que hemos dado en denominar “ni ni”, que son los que no encuentran una posibilidad ni
estudiando ni trabajando. Por motivos obvios, también ese sector de la juventud
ha perdido el “orgullo” de ser
argentina. Los que tienen una posibilidad se quieren ir o prefieren ostentar o
presentarse al mundo bajo otra nacionalidad; los que no tienen ninguna
posibilidad tienen el rencor natural hacia aquel que los ha privado de
oportunidad. Lo cierto es que pareciera que nuestra juventud ha perdido el
orgullo de ser argentina; ni que hablar de “servir
a la Patria”.
Esto es lo
que sucede y lo que nadie dice. Se habla falsamente de la década ganada, pero
la verdad es que es la década en la que le hemos robado a nuestra juventud el
orgullo de ser argentinos. Es la década en la que hemos destruido nuestras
Instituciones. Es la década en la cual un plan social
sustituyó la dignidad del trabajo. Es la década en la cual los
argentinos nos hemos dividido. Es la década en la cual hemos
perdido la dignidad y el orgullo de “ser”.
No va a
ser fácil retomar la senda, ciertamente. Sin embargo, de lo que no me caben
dudas es que debemos volver a las fuentes. Es una prioridad recuperar
nuestra unidad y nuestra identidad. Debemos volver a “servir a la Patria” y sentirnos
orgullosos de ser argentinos. Quizás sea un buen principio, pensar en confluir
nuevamente en una “nueva suerte de
colimba”, por supuesto algo mucho más moderno y ágil, que contemple
naturalmente la realidad que hoy se vive. No hablo de hacerle perder el tiempo
a nadie. Por el contrario, pienso en dar una oportunidad a los jóvenes que hoy
viven en la calle, sin rumbo ni chance, de integrarse y de tener y poder
compartir un sentimiento común con otros jóvenes con posibilidades distintas,
pero todos argentinos. Que los que están en mejor posición puedan ser un modelo
a imitar o alienten a los que están peor; que todos tengan la posibilidad de
una carrera, de un oficio o simplemente la esperanza de compartir. Quizás no
estén equivocados aquellos que proponen, volver a “bailar” todos un poquito, al compás de la misma música…
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