lunes, 7 de julio de 2014

LA ORGANIZACIÓN DE ESTADOS “BUITRES”

04/07/2014                                                      
Por Mauricio Ortín

“La primera de todas las fuerzas que dirige el mundo es la mentira” afirma Jean-François Revel y no exagera un ápice si lo juzgamos por los dichos en la OEA del secretario general Miguel Insulza y del canciller argentino Héctor Timerman. Insulza afirmó que -los fondos buitres- pueden generar “la quiebra de los Estados” y que “No les importa si esto redunda en un aumento de la pobreza de los países”. Acto seguido, en un elíptico ataque al fallo del juez Griesa, citó las palabras del entonces presidente Kirchner cuando, respecto a las exigencias de los deudores de cobrar lo pactado, señalara: "no resulta ni moral ni racional la protección que por allí se postula a favor de quien manejó sus fondos como si concurriera a un casino de juego". Lo que causó cierto desconcierto en el discurso de Insulza (por lo menos a mí) es que, al mismo tiempo en que iba despachando los epítetos  reseñados, los pómulos, el mentón, la nariz y la frente de Insulza, no acusaban recibo de rubor o inconsistencia alguna; lo esperable y propio del caso era que se le cayera, a pedazos, la cara de vergüenza. Ello así porque hay que ser muy cara rota para endilgar “la quiebra de los Estados” y “el aumento de la pobreza” a los acreedores que él llama “fondos buitres” Pero más cínico, aún, es el que un presidente argentino afirme que el acreedor que no se deja estafar por el Estado (“casino”) argentino (aceptando una quita del 75% de lo que estaba pactado) es un inmoral e irracional.

La verdad es otra. Porque fueron  y son siempre funcionarios locales, inservibles y/o corruptos, los que hacen “quebrar al Estado” y “aumentar la pobreza” (léase, la pobreza de los otros). Los famosos “buitres” no tienen nada que ver con el saqueo a los trabajadores argentinos que depositaron sus ahorros en las AFJP, con las retenciones confiscatorias al campo o con el robo a los salarios a través del impuesto a las ganancias. Tampoco fueron “los buitres” los que decidieron gastar los doce millones de pesos diarios que nos cuesta Aerolíneas Argentinas, los ochocientos millones  a la Bonafini y Shocklender para el curro de “sueños compartidos”, los mil quinientos millones del Fútbol Para Todos, los miles de millones en sueldos a los becados de la Cámpora y toda la caravana de “yeites” que falta.

Insulza es tan impresentable como Timerman inimputable; el cual, de no mediar el terrible hecho de que se trata del canciller de la Nación, no representaría peligro alguno. Más, ¿Qué se puede decir, seriamente, de un tipo que ostenta su “noble” vocación a dialogar calificando de entrada a su interlocutor de “buitre”, “extorsionador”, “chupasangre” y de haber dejado morir de cáncer a obreros de una fábrica?

El conflicto con “los fondos buitres” detrás de una aparente cuestión que enfrenta a ciudadanos argentinos y ciudadanos de otras latitudes, oculta otra reedición del sempiterno conflicto entre la omnipotencia del Estado y la orfandad del individuo. La singularidad de este caso está dada por el hecho de que el Estado estafador no controla a los jueces de los EEUU. No tiene, como lo tendría en la Argentina, el Poder Judicial y el Legislativo en dupla como para esquilmar legalmente a los individuos. La OEA aquí ha mostrado su naturaleza estatal corporativa y, por lo tanto, enemiga de los ciudadanos del continente americano.

Porque nada dijo cuando desde el poder los políticos saquearon a sus representados con impuestazos o megadevaluaciones

Tampoco la OEA tuvo la mínima decencia para amonestar al régimen fascista de Venezuela después que, en medio de una sesión legislativa, los oficialistas le propinaran una feroz paliza a la diputada opositora Corina Machado. La que, además, fue despojada de su banca mientras los patoteros que la agredieron gozan de inmunidad parlamentaria. La OEA, en tanto, a los abrazos con los tiranos de Venezuela y Cuba. 

Señor Insulza y demás señores cancilleres de la OEA, con  todo el respeto que me merecen la investidura de sus excelencias, permítanme decirles lo siguiente:


¡Ustedes no están calidad de llamar buitres a nadie!

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