martes, 7 de abril de 2015

NADA MÁS QUE UN SOLDADO

“…..a mis acu­sa­do­res les debe sor­pren­der des­agra­da­ble­mente que yo siga pen­sando igual frente al mismo enemigo, a los mis­mos epi­so­dios que ellos pro­du­je­ron y a los que ahora nos retrotraen.”
Luciano Ben­ja­mín Menén­dez, Gene­ral del Ejér­cito Argentino

Podrán pasearlo por cien cir­cos vanamente lla­ma­dos “jui­cios” y segu­ra­mente lo harán, ya que es el para­digma de lo que sueñan abatir. Podrán ponerlo cuan­tas veces quie­ran a mer­ced de paya­sos toga­dos que creen estar haciendo his­to­ria, sin reco­no­cer que sólo están fir­mando la per­versa sen­ten­cia ya escrita de una revancha impía que solo ha servido para agravar la división que una banda de facinerosos pergeñó para mantener a los argentinos envalentonados en un enfrentamiento estéril mientras ellos saqueaban la República.

Nuevamente los fal­sa­rios a quie­nes derrotó volverán a pedir su cabeza o tra­tar de infamarlo -plu­mas ser­vi­les mediante- inven­tando his­to­rias y repi­tiendo agra­vios para ter­mi­nar, como siem­pre, en el insulto soez, prueba lapi­da­ria que es lo único que les queda a estos miserables después de cada derrota que el General les vuelve a infligir en los estrados judiciales, porque prevaricación mediante y abyecto servilismo, lo podrán condenar pero nunca lo pudieron callar.

El solo queda. El General que quiso, corte marciales mediante, fusilar criminales y no desaparecer enemigos, que cargó sobre sus hombros el peso de una guerra que no se estudiaba en su época en la Escuela de Guerra y que seguramente le repugnaba. Pero era un General de la Nación y por ella combatió.


Son pocos- él, sus subordinados y todos aquellos que al igual que él creyeron que un juramento, “Defender a la Patria hasta perder la vida” no era un bien negociable con los que aún quedan cuentas para ajustar.

Sería más honrada la “justicia” argentina si al igual que el “INRI” en la Cruz por sobre los telones de fondo de los tribunales orales estuviera escrito aquel perverso apotegma: “Al enemigo, ni justicia”.

Esa cabeza es el tro­feo que des­vela a quie­nes lle­van ade­lante estos “jui­cios”. Ellos, los ver­da­de­ros auto­res inte­lec­tua­les de tanto caos y muerte en tiem­pos idos. Ellos, los jefes deser­to­res y fal­sa­rios que com­pra­ron su exi­lio aco­mo­dado con la vida de los “pere­ji­les” que cre­ye­ron en su leal­tad. Ellos, que tratarán por enésima vez de obtener el botín que pre­ten­den para autojustificarse.

Esos son los que hoy no pue­den sopor­tar que un grupo de vie­jos, que ni se raja­ron ni se aco­bar­da­ron, les estén dando ejem­plos de dig­ni­dad a dia­rio. Una dig­ni­dad que ellos no tuvie­ron al entre­gar a los pro­pios, esos que hoy vic­ti­mi­zan y por quie­nes recla­man esforzán­dose en olvi­dar que murieron por su pro­pia felo­nía. Es que, mise­ra­bles de su laya, no podían con­tar con que en el Ejército había Gene­ra­les que no eran meros uni­for­mes afe­rra­dos a un escri­to­rio y a una alfom­bra. También eran Soldados.

De nuevo asistiremos -porque el objetivo es que esta historia no tenga fin- a la per­versa estra­te­gia de destruc­ción dia­gra­mada por aque­llos que arras­tran su pasado indigno de tráns­fu­gas y mer­ca­de­res de la vida de sus pro­pios com­pa­ñe­ros, ruina que pre­ten­den lle­var a cabo con la com­pli­ci­dad de jue­ces pre­va­ri­ca­do­res, testi­gos fal­sos, políticos cobardes, una socie­dad anestesiada e hipó­crita y unos uniformados de gene­ra­les “nue­vos” a los cua­les han com­prado con los treinta denarios de la traición.

Por­que el enemigo que ellos deben batir es hoy lo que resta del Ejér­cito Argen­tino, de las Fuer­zas Arma­das. Ese resto que hoy se sos­tiene en el ejem­plo de los que por defen­der a la Patria penan su jura­mento en cár­ce­les comu­nes, ejem­plo que ha evi­tado hasta hoy que las Fuer­zas Arma­das se con­vier­tan en una mon­to­nera de ente­ca­dos mora­les inca­pa­ces de alzarse en armas ante una ofensa a la Patria.


Solo espe­ran con­se­guir con esta segui­di­lla de bufo­na­das jurí­di­cas un mínimo gesto de desánimo. Eso qui­zás con­cre­ta­ría la des­truc­ción pre­ten­dida. Error, Luciano Ben­ja­mín Menén­dez es un Sol­dado. No un bufón al que se le untan mala­mente los cal­zon­ci­llos si en otro momento un des­qui­ciado de mirada errá­tica le hubiera ordenado des­col­gar un cuadro.

José Luis Milia

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