lunes, 24 de agosto de 2015

"JUSTICIA Y CONDENA": UNA FRASE CON SED DE VENGANZA

Editorial I

Falsos lemas como el de "juicio y castigo" se han convertido en sinónimos y en una imposición que es el reverso del espíritu de reconciliación
  
A lo largo de la perversa década política del llamado "kirchnerismo", la reiterada frase: "Justicia y condena", a veces reemplazada por "Juicio y Castigo", ha repiqueteado cual ariete en nuestros oídos y ante nuestra vista. A la manera de muletilla, ha sido pronunciada con enorme frecuencia y alimentada constantemente con amplios recursos, habitualmente sin generar más reacciones que las de un penoso silencio. Pese a la inmensidad de la verdadera depravación que su contenido real supone y procura imponer: el del bien llamado odio añejado.


Esas dos terribles frases sintetizan la cuota de irracionalidad que se esconde detrás de la sed de venganza que alimenta a quienes las utilizan. Lo grave es que ese sentimiento resentido aún parecería anidar profundo en el corazón de algunos.

No es pedir "Justicia y Sentencia". No es cumplir con el deber de investigar y desentrañar la verdad de nuestras lamentables tragedias de los años 70. No es tampoco absolver o condenar, según surja de la prueba que se produzca, más allá de toda duda razonable, en una investigación independiente y seria, que debería ser siempre veraz y sincera. Para todos por igual.


Se trata en particular de aquellos juicios en los que, con total descaro, se presiona -presencial y físicamente- a nuestros magistrados judiciales, cuyos despachos, salas de audiencia y estrados fueron constantemente transformados en ámbitos vociferantes e intimidantes, muy similares a los que acompañaron el reiterado uso de la guillotina durante las etapas más sangrientas e irracionales de la Revolución Francesa. Todo eso sin que se alzaran voces serenas, que señalaran que esas deplorables pero frecuentes presiones avasallaron y sometieron a la justicia, por miedo.


Las frases que mencionamos, que aún resuenan en nuestra sociedad, no son, para nada, un pedido o reclamo de justicia. Son todo lo contrario. Son otra cosa, muy distinta. Porque se trata de exigir e imponer injusticia, de pisotear la verdad cada vez que ello fuera necesario, aún recurriendo a las falsedades y a las mentiras para alcanzar el pretendido desquite.

Suponen, peor aún, tratar de transformar a nuestros jueces en subalternos de quienes las pronuncian, dejando de lado su deber ineludible de actuar con absoluta independencia. Son y han sido una forma más de intimidar o de sembrar el temor que debemos desterrar.

Son, obviamente, todo lo contrario a la disposición a perdonar. Son un muro más en el que, quienes la pronuncian o gritan, pretenden hacer estrellar los esfuerzos de aquellos que creemos firmemente en la posibilidad de reconciliación.


Al final de una triste etapa histórica, en la que se ha destrozado, malquistado, dividido, y enemistado a nuestra sociedad y mentido sin el menor pudor, esas frases son una muestra de lo que, cual veneno, se sembró constantemente en nuestra sociedad para procurar desunirla y mantenerla fragmentada. Y también de lo mucho que deberemos esforzarnos y empeñarnos cuando se trata de construir el indispensable clima de unidad que supone la realidad de conformar todos una misma nación.



NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.

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