miércoles, 13 de septiembre de 2017

POR UNA TAPA DE DIARIO


Las PASO de Agosto fueron unas elecciones harto previsibles, al menos en la provincia de Buenos Aires. Inútiles a los fines de dirimir contiendas internas entre candidatos porque los cargos se definieron en forma previa y autoritaria. Los Jefes de cada sector se ubicaron a la cabeza de las listas y designaron a todos los demás candidatos sin excepción. Para ello gozaron del privilegio de manejar la clave que les provee la justicia electoral, sin la cual no pueden cargarse en los sistemas informáticos ni avales ni candidatos.

Nadie aceptó una lista competidora que aunque no amenazara el triunfo, obligaba a dividir los recursos y los tiempos de publicidad que otorga el Estado. En las listas provinciales, además, se enfrenta la anomalía de que en la provincia de Buenos Aires  no se cumple con lo dispuesto en la ley respecto de financiar boletas y campañas. Así, el que financia esos rubros, es el que decide quien juega y quién no. Montañas de listas elaboradas con las ilusiones  y los avales de los militantes pobres, saturaron los canastos de papeles. Y el escenario se cerró con la participación obligada de la ciudadanía en la encuesta gigante del domingo de la elección.

El resultado tampoco fue novedoso. Ganó en Senadores CFK por escasa diferencia, proveniente del apoyo irrestricto de los intendentes de la tercera sección electoral, particularmente el de la intendente de La  Matanza. El candidato oficialista, Esteban Bullrich, no llegó a instalarse en un territorio desconocido y la gobernadora Vidal se hizo cargo de pelear el distrito con razonable éxito. Masa se quedó en la avenida del medo sin un proyecto propio y Randazzo comprobó los límites de su personalismo, a pesar de contar con el nombre, símbolos y recursos del partido justicialista.

Ese resultado hubiera sido un buen negocio para el oficialismo si no hubieran tenido la pésima idea de actuar una torpe manipulación para aparecer como ganadores en la tapa de los diarios del lunes. Festejaron temprano con datos de las secciones en que se sabían ganadores  y frenaron el conteo antes de que los resultados se revirtieran hablando de “empate técnico” expresión que se usa en las encuestas, cuando las diferencias son muy escasas,  pero que no tiene sentido en una elección en que se cuenta cada sufrago y se gana hasta por un solo voto.

Para cuando se completó el conteo definitivo y se supo quién era ganador en senadores ya los medios estaban en otra cosa y el efecto de la derrota se diluyó. O al menos eso se cree.
En los cenáculos vinculados al oficialismo se habló de “maniobra brillante”, se dijo que “los K se lo merecen”  y que “no se hizo nada ilegal”. Sin embargo, resulta que la manipulación engañó no solo a los K, sino a la totalidad de los confiados votantes y que la maniobra, si bien no fue ilegal, resultó absolutamente in ética. La cuestión concreta es que quedó herida la credibilidad de uno de los últimos baluartes impolutos de la democracia, el resultado del conteo provisorio que provee el Estado.

El oficialismo confía en revertir el resultado de las PASO en la elección general, pero eso será duro de hacer creer. No es descartable que Cristina Fernández se proclame ganadora tempranamente, que exija un conteo paralelo y que  aun con todas las evidencias en contra demore la aceptación de una derrota hasta después del escrutinio definitivo, manteniendo una situación de expectativa y eventual movilización callejera. Un precio muy caro por una tapa de diario.

Ya liberado de todo pudor, el gobierno aprovechó para librarse  de  un juez hostil, con una maniobra en el Consejo de la Magistratura, y se sintió con patente de “dueño del poder real”. Recuerdo que  cuando en el NUC nos opusimos  a una de estas chicanas que ofenden a la ética política tuvimos que escuchar perplejos de  nuestros socios políticos de entonces, que se nos acusaba de no tener “vocación de poder”. Parece que el concepto de vocación de poder implica, para muchos,  ser capaz de hacer trampa sin ponerse colorado y sin sentir vergüenza.

Pero la “sensación de poder” del gobierno duró poco. Una nueva tapa de diario, ganada por la supuesta desaparición forzada de un ignoto adherente a la causa de los indígenas Mapuches, lo puso casi de rodillas y lo devolvió al campo de la humildad del que nunca debió haber salido. Por supuesto que  las acusaciones de que Cambiemos o alguno de sus funcionarios estuvieran detrás de la desaparición del joven Santiago Maldonado son absurdas,  pero eso poco importa. La tapa ya está impresa en el inconsciente colectivo. De todos modos, el gobierno hace tiempo sabe que la mayoría de las acusaciones que diariamente alimentan las pseudo organizaciones de derechos humanos contra los militares que derrotaron a la guerrilla de los setenta son falsas o exageradas, que los desaparecidos  no son 30.000 y que los testigos en los juicios que se llevan adelante son amañados. Pero lo aceptan porque al gobierno le resulta funcional tener un lugar adonde llevar a los funcionarios extranjeros a homenajear víctimas como en las grandes capitales europeas aunque esas supuestas víctimas sean, en realidad, guerrilleros que en muchos casos murieron en combate contra el Estado nacional. Sin embargo, mantener la credibilidad de esas organizaciones de apoyo al terrorismo revolucionario tiene su costo porque ahora han usado ese poder de fuego mediático contra el gobierno que contribuye a su financiación y perdurabilidad. Consecuencias de negociar con el diablo.

Insólitamente, la desgraciada circunstancia de que aparecieran terribles tornados azotando una de las mecas turísticas argentinas en Miami, ofreció nuevas tapas al morbo popular y el pobre Maldonado pasó a un segundo plano. Volubilidad de la opinión pública.

Dejemos de lado la insoportable liviandad mediática y tratemos de pensar con serenidad. La economía está creciendo lentamente y la inflación desciende  igual de lento, pero desciende. El gobierno necesita tiempo y fue elegido por cuatro años para ejecutar sus planes. Hay una fuerza encabezada por  Cristina Fernández que no piensa ni actúa en términos de oposición sino de destrucción de la fuerza gobernante porque en ello le va su supervivencia política y su libertad personal. Los ciudadanos y los partidos políticos serios estamos obligados a impedir que la fuerza desestabilizadora  cumpla sus fines pero no podemos quedar encerrados en la lógica de Caos o Cambiemos. En octubre  y en cada ocasión que nos toque expresarnos debemos votar según nuestras convicciones  y aceptar que ganará cualquiera que saque un voto más y que aun así nada impedirá que el gobierno llegue a su término con el apoyo de todos y las críticas sanas de todos también.

Si un grupo de indígenas pretende arrogarse el derecho de usurpar una parte del territorio nacional y sustraerlo al mandato constitucional se convierte en subversivo y pierde toda legitimidad. Si además manifiesta  y ejecuta acciones de fuerza, será pasible de ser reprimido por el Estado en pleno ejercicio de sus obligaciones inalienables. No hay temor a las consecuencias del uso lícito de la fuerza pública que justifique brindar impunidad a los vándalos que atacan a cara tapada la propiedad pública y privada, cortan nuestras rutas o mancillan nuestros símbolos patrios.
Tampoco se puede permitir que agrupaciones vinculadas al terrorismo de los setenta continúen manejando la opinión pública  y otorgando impunidad a sus militantes o condena sin juicio ni piedad a sus enemigos.

Finalmente, desde la Gran Bretaña en que tiene su sede la internacional Mapuche nos han regalado un nuevo gobernador para Malvinas. Se llama Nigel Phillips, es militar, y da por tierra con la fantasía de que los “kelpers” son algo más que una colonia ya que ni siquiera pueden elegir quien los gobierna.

Estos temas que hacen a nuestra soberanía y nuestro futuro no están en las tapas de los diarios pero deben estar en la conciencia de nuestros  gobernantes y en la voluntad de los votantes.


Buenos Aires, 11 de Septiembre de 2017

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