lunes, 11 de diciembre de 2017

RESPUESTA A NORMA MORANDINI DE UN PRESO POLÍTICO

Este escrito fue enviado a la Dra. Elisa Carrió y a los más altos prelados de la Iglesia.



Leí atentamente su artículo “Democratizar los corazones” publicado en el diario Clarín el 5/12/2017 y reconozco lo doloroso de su tragedia, porque tuve cerca a familiares que perdieron a sus seres queridos  asesinados de un disparo por la espalda por el solo hecho de portar el uniforme de una institución de la República.

También tuve la triste tarea de contener a la familia del Almirante Guzzeti, condenado a vivir postrado en una silla de ruedas, casi ciego y con un proyectil en la cabeza hasta el fin de sus días, después de recibir 11 fierrazos en el cráneo de manos de un terrorista que quiso luego rematarlo con un tiro de gracia a través de una almohada en la cara.


Esta fue  también una de las tantas tragedias que ocurrieron en esta doliente Patria.


Como puede ver señora, las tragedias fueron cosa corriente en las familias argentinas en aquellos años, pero la finalidad de este articulo no tiene por objeto polemizar sobre tan ingrato tema.

En su artículo usted señala que en el juicio por los vuelos de la muerte 29 marinos fueron condenados a pasar el resto de sus vidas en la cárcel. Su declaración da por sentado que el juicio fue ecuánime en su desarrollo y condena final: una premisa falsa pues se trató de un juicio arbitrario, plagado de irregularidades procesales, alejado de los principios del Tratado de Roma y de principios constitucionales fundamentales, que terminó condenando a personas inocentes.

Es mi caso, señora, ya fui condenado a cadena perpetua, sin pruebas y sin que se hayan siquiera considerado los descargos presentados en mi alegato de defensa. En dicho alegato, demuestro con documentación fehaciente que nunca pertenecí a un Grupo de Tareas, que cumplí funciones en el Ministerio de Relaciones Exteriores donde me desempeñaba como jefe de seguridad, que nunca estuve en la ESMA, que nunca estuve en contacto con detenidos terroristas, que no fui aviador (soy Infante de Marina) y que desconocía totalmente lo relacionado con los supuestos vuelos de la muerte.

De 800 personas que pasaron por las audiencias durante siete años, ninguno me conocía y ninguno declaró haberme visto en la ESMA.

Señora, quiero que Ud. sepa que entre las personas por las que me condenan están sus hermanos. Según el expediente, sus hermanos fueron detenidos el 18/9/77. En esa fecha, yo me encontraba cumpliendo una comisión en el extranjero por resolución ministerial Nº635/77, desde el 10/9/77 al 22/9/77. La documentación probatoria no fue tomada en cuenta.

Me encuentro en este momento condenado a cadena perpetua por crímenes que no cometí. Tengo 80 años, por lo que esta condena arbitraria es una sentencia de muerte.

Reitero: soy inocente y ajeno a todos los hechos que se me imputan.

Cargará usted en su conciencia el peso de mi injusta condena.

Dice usted “porque la justicia cancela la venganza podemos restituir humanidad a nuestra vida de convivencia”. En la medida en que la justicia siga siendo venganza solapada, no hay transformación posible sino multiplicación del odio y marcas de un nuevo autoritarismo, el que surge de la inmoralidad de un relato sesgado y parcial.

Más que democratizar los corazones, deberíamos ser capaces de unirlos.


Como bien dijo Martin Luther King: “la injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes”.

Dios guarde su alma.

Eugenio B. Vilardo
Capitán de Navío de Infantería de Marina (R.E.)
Preso político


NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.             

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