El escenario
En el ajedrez, como en la vida,
existen situaciones en las que es imprescindible actuar pero no hay movimientos
posibles sin que se produzca alguna pérdida.
En el ajedrez esa posición se llama zugzwang y en la vida, dilema.
En
anteriores análisis señalábamos justamente el dilema que enfrentaba el
gobierno de Cristina Fernández de Kirchner creado por la comisión y el pertinaz
mantenimiento de gruesos errores conceptuales, ideológicos y prácticos luego de
diez años de gestión. Por un lado, de
continuar con las mismas premisas, el colapso económico era ineludible y se le
abría la perspectiva de ser el primer gobierno justicialista en dejar
anticipadamente el poder sin haber sido objeto de un golpe de estado. Por el
otro, para poder mantener el equilibrio era necesario aplicar medidas económicas de corte netamente ortodoxo que
habían sido largamente denostadas durante toda la era “kirchnerista”. En
síntesis, o se hundían con sus banderas dejando las medidas antipáticas para el
siguiente presidente o tiraban por la
borda toda su insensata prédica y asumían el costo político y social de lo que
se denomina en la jerga como “el ajuste”.
La señora presidente optó por lo
práctico, quizás porque una salida prematura la dejaba expuesta junto a todos
sus funcionarios a una persecución legal que asomaba como una seria amenaza
inmediata. Así sus ministros y
secretarios de estado avanzaron con una devaluación del treinta por ciento,
subieron las tasas de interés, reconocieron los valores de una galopante
inflación y ahora están en la tarea de
disminuir los subsidios y bajar los sueldos promoviendo aumentos en las
paritarias muy por debajo de dicha inflación.
En el ámbito externo salieron a la búsqueda de préstamos e inversiones
para lo que acordaron pagar las acciones de YPF a REPSOL transformando la confiscación en expropiación, cumplieron fallos de tribunales
internacionales como el CIADI,
prometieron una vez más saldar
las deudas con el Club de París y dejaron de cuestionar a la justicia
internacional en el juicio promovido por los tenedores de bonos que no aceptaron los canjes.
Por cierto que cada una de estas
medidas traicionó alguno de los principios del modelo de enfrentamiento al
mundo y a la ortodoxia económica sostenidos hasta el presente y a los que la señora presidente había
exaltado hasta el paroxismo. El infantil recurso de usar nombres rebuscados y
eufemismos tales como “deslizamiento cambiario” por devaluación o
“redistribución de beneficios” por quita de subsidios, no engaña a
nadie y ni siquiera rescata la dignidad
de reconocer lealmente los errores. Lo cierto es que ahora el gobierno deberá
enfrentar las consecuencias sociales de ese ajuste que aumentará el desempleo,
empobrecerá a la sociedad disminuyendo su poder adquisitivo y le quitará muchos
apoyos comprados, que se irán junto con las banderas de una revolución que
nunca fue y el sueño de una prosperidad hecha de cifras dibujadas.
En este nuevo escenario los golpes de
efecto mediático y los anuncios distractivos han perdido eficacia. Los
sindicalistas de dos centrales no oficialistas y de muchos gremios cuyas
cúpulas adscriben al gobierno ya han
anunciado un paro para el jueves 10 de abril que apunta a marcar no solo el
inconformismo salarial sino también el rechazo general al cambio de rumbo de la economía. Tampoco queda espacio
para iniciativas de fuerte trasfondo ideológico como son las
modificaciones al Código Civil y sobre
todo al Código Penal. Este último, escrito bajo la nefasta impronta de
tendencia abolicionista del Juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, llega
con sus propuestas de disminución de penas y desaparición de la figura de la
reincidencia en el momento en que la sociedad argentina se muestra más sensible
a la ola de crímenes y delitos de todo
tipo, incentivados por la impunidad y el crecimiento del tráfico y consumo de
drogas.
La inseguridad
Es en estas circunstancias que aparece
un fenómeno nuevo y preocupante. La sociedad, cansada de llorar sus muertos y
sus víctimas, ha reaccionado en diversos casos
respondiendo al ataque de los delincuentes en forma colectiva y
violenta, materializando una figura a la que los medios han coincidido en
llamar en forma generalizada como “linchamiento” aunque de hecho solo en uno de
los casos registrados se llegó al extremo de la ejecución del delincuente, quedando el resto de las ocasiones en meras
golpizas. Tuvo particular repercusión el caso del ladrón detenido con la participación del actor
Gerardo Romano, que impidió luego una agresión sobre el mismo y motivó a la
damnificada por el robo a presentar la denuncia en sede policial, solo para comprobar asombrado que el
delincuente atrapado en flagrante delito fue liberado apenas 12 horas después
del hecho. Esta circunstancia
fortaleció en el imaginario colectivo la idea de que la justicia es
inoperante, cuando no cómplice y que el aparato legal tiende más a la
protección de los derechos de los delincuentes que a los de sus inocentes
víctimas.
Con estos antecedentes ha surgido un
debate, de tono esencialmente político,
acerca de la calificación y la justificación moral del linchamiento, recordando
la inmortal novela Fuenteovejuna de Lope de Vega, publicada en el siglo XVII,
en que una población, actuando en masa, lincha a un abusivo comendador y es
perdonada por los reyes ante la justicia de su causa. La discusión es un tanto
ociosa porque no cabe duda de que matar
a una persona, actuando entre varios y golpeando a la víctima aun
después de que ha dejado de defenderse,
es absolutamente censurable aunque se trate de un delincuente. La cuestión de
fondo es por qué ha estallado esta forma de reacción colectiva ante el delito
cuando naturalmente los ciudadanos son remisos a comprometerse y asumir el
riesgo de enfrentar a delincuentes que en muchos casos están armados y son
hábiles contendientes.
La respuesta más inmediata es que el
nivel de criminalidad ha superado el límite que nuestra sociedad está dispuesta
a soportar, que se desconfía masivamente de la presencia y la aptitud del Estado
para proteger a la ciudadanía y que se ha instalado la convicción de que
los ciudadanos estamos solos ante el delito y de que solo podemos protegernos
los unos a los otros venciendo nuestros miedos y nuestra indiferencia. Terrible
convicción que nos retrotrae a tiempos bárbaros y reacciones tribales.
El efecto de estos estallidos de
violencia ha sido contundente. La señora presidente, que durante años omitió
cualquier referencia a la desbordante inseguridad, ahora se sintió obligada a
hablar acerca de la violencia aunque con expresiones que parecen justificar la
desvalorización de la vida humana que demuestran los delincuentes a partir de
su situación de exclusión. Exclusión que, luego de más de diez años de gobierno
de la fuerza política que encabeza, solo puede ser atribuida a su incompetencia
para modificar las condiciones de vida de la población.
El gobernador de la Provincia de
Buenos Aires, Daniel Scioli, reaccionó en cambio pensando en su futuro político
y salió a decretar la emergencia en
seguridad y a prometer la asignación de fondos que hasta hace una semana eran
inexistentes.
En el año 2007 en la alianza que Nueva
Unión Ciudadana integró con el Partido Federal y que llevaba a Juan Carlos Blumberg como candidato a
gobernador y diputado en la Provincia de
Buenos Aires, teníamos entre nuestras propuestas la declaración de la
emergencia en seguridad. Transcurrieron siete años de ver caer muchas víctimas de la violencia delictiva y
de sufrir la burla de oír hablar de la “sensación de inseguridad” para que
ahora, el hartazgo de la sociedad traducido en la violencia del “linchamiento”
hiciera súbitamente despertar a los gobernantes. Su negligencia no tiene
perdón. La cobardía política para reconocer la realidad que su jefa política
negaba no será olvidada. Aunque tarde, es importante que entiendan que para que
cesen las violentas reacciones ciudadanas, el camino idóneo es frenar a la
delincuencia y priorizar los derechos del ciudadano que cumple la ley sobre los
que eligen violarla y delinquir.
La Política
En el plano político vemos más
propuestas de candidaturas presidenciales que propuestas programáticas. Entre las figuras y los espacios más
afirmados observamos a Daniel Sicoli, cada día más identificado como sucesor
del kirchnerismo, a la Alianza UNEN como
impulsora de un progresismo muy parecido al del Frente para la Victoria pero con la promesa de ser menos autoritario
y menos corrupto, a Sergio Massa
diferenciándose del gobierno en sus actitudes pero sumando a figuras que hasta
ayer eran oficialistas lo que también recuerda a su marca de origen y a
Mauricio Macri, quizás el más representativo de “lo nuevo” pero sin manifestar
una línea ideológica que permita predecir cuáles serán sus verdaderas políticas
de Estado. El tiempo y particularmente
la actitud de una sociedad que se ha cansado de llorar y que ha pasado a la
acción, obligarán a que todos se definan y muestren sus cartas ocultas, lo que
nos permitirá evaluar si podemos mantener viva la opción de la esperanza.
Desde nuestro espacio político
seguimos planteando claramente cuáles son los principios y valores
nacionales y patrióticos que nos
impulsan y esperamos para apoyar a quien los represente más clara y
nítidamente.
NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
Juan Carlos Neves, Nueva Unión Ciudadana
www.nuevaunionciudadana.orgNOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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