lunes, 14 de abril de 2014

IRÁ AL CINE “LA ÚNICA VERDAD” DEL COMBATE DE MANCHALÁ

Hablaron de lo ocurrido ese día y abogaron por que se vuelva a levantar el monumento. Varios soldados que participaron de aquel hecho, hoy hombres de 60 años, contarán esa experiencia en un filme.


Cuentan que minutos después de las 17 del 28 de mayo de 1975, tres soldados estaban sentados a un costado del camino, esperando a otros compañeros, chupando una caña de azúcar, frente a la escuela del paraje Manchalá (ubicada a 8 kilómetros de la ruta que va a Monteros y a otros 8 de Famaillá, en Tucumán). Los jóvenes, de 20 años, incorporados a la Compañía de Ingenieros de Montaña N° 5 del Ejército con asiento en Salta, eran parte de un grupo de once, más un suboficial y un cabo, destinados en ese lugar para refaccionar la escuelita del lugar.


Recuerdan que, de repente, se acercaron dos camionetas, una blanca y otra gris, y desde la primera, un hombre sentado en la ventanilla de la puerta, les disparó una ráfaga de ametralladora y siguió, pero dejó en el lugar a incontables hombres armados, también uniformados de verde. Eran de la compañía de monte “Ramón Rosa Giménez”, del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

Martín Avila

Aseguran que este fue el comienzo del combate de Manchalá, realizado dentro del Operativo Independencia aprobado por el Congreso Nacional durante el gobierno de la expresidenta María Estela Martínez de Perón. Un hecho que en pocos días más cumplirá 39 años, objeto de un monumento alzado en esta capital, próximo a la obra que recuerda la batalla de Salta. La obra generó objeciones tan radicalizadas que terminó demolida, en abril de 2012, tras el acuerdo del Concejo Deliberante salteño, a partir de una iniciativa del concejal Martín Avila, quien interpretó que “el conjunto escultórico era una reivindicación del Plan Cóndor (operaciones coordinadas entre las dictaduras militares que por los 70 detentaban el poder en América Latina)”.

Aplausos por un lado, y lamentos por el otro fue el resultado. Y, entre estos últimos, los de la decena de soldados que aquel día, combatieron contra el centenar de integrantes del ERP. Para ellos, el recuerdo de aquel enfrentamiento está tan fresco como su convicción de que “no hicimos más que defendernos de un ataque terrorista como soldados que éramos, alejados de cualquier tinte o interés político”. Esos relatos y sus sentimientos serán volcados en una película que comenzará a rodarse en agosto, dirigida por el cineasta porteño Sandro Rojas Filártiga, con los testimonio en primera persona de varios de aquellos soldados, hoy hombres de 60 años.

“Ni siquiera se informaron”

Sandro Rojas Filártiga

El director de lo que será un documental testimonial, opinó que “las personas que aprobaron el proyecto para derribar el monumento por entender que era un símbolo del genocidio, ni siquiera se informaron. Y eso que nada más tendrían que haber recibido y conversar con los exsoldados, en vez de dejarlos esperando sin ser atendidos en el hall del Concejo Deliberante”. Además, “rompieron y dejaron las piedras ahí con una total desidia, con mucho de provocación”, abundó. “Todo esto -continuó Rojas- me llevó a mí a escribir una reflexión en Facebook esperando que algún día los responsables de esto pidan disculpas a los combatientes, por pisotear su valor, su heroísmo. Vamos a reivindicar el valor y el coraje de esos chicos de 20 años. Rojas es autor de la película

“Los valientes de Formosa”, sobre la Operación Primicia, que se puede ver en internet y ya se acerca a las 200 mil visitas.

UN PEDIDO

Mario Cabanillas es uno de los impulsores de la película , con Mauricio Ortín, Andrés Zuriani y varios veteranos. La destrucción del monumento a Manchalá “nos cayó muy mal; quisimos evitarlo pero no tuvimos suerte, no pudimos movilizar a la sociedad”, lamentó. “Nadie reaccionó, ni reacciona ahora; es un gran dolor, ni los Gauchos de Güemes, ni el gobernador, ni el intendente estuvieron para acompañarnos”, puntualizó Cabanillas.


Indicó que tras ver el trabajo de Sandro sobre Formosa, lo convocaron. “Queremos que la sociedad nos apoye en esto ahora, ya que antes no pudimos”, dijo.

Por eso, para todo aporte y consulta referida a este tema, los interesados deben dirigirse a la siguiente dirección de correo electrónico: soldadossaltenosenmanchala@gmail.com

Rodolfo Demayo, con el recuerdo a flor de piel, minuto a minuto:

-      Rodolfo, ¿qué recuerda de aquél día?
-      Todo.

-      Lo escucho
-      Yo llegué a la escuelita de Manchalá manejando un Unimog a eso de las 2 de la tarde. Dos o tres aulas, un mástil, una virgen... Todo precario, adobe, techos de paja. Me encontré con mis compañeros que estaban trabajando ahí. Había que revocar, pintar, acomodar las aulas. Los chicos no estaban. Esperábamos otro camión que traía materiales y otro con “el mate” (la merienda). Estábamos sentados en la banquina, yo en el medio, Adrián Segura a mi derecha y Villalba a mi izquierda, con el fusil, pelando y chupando caña de azúcar. Estábamos en una curva bien cerrada, de 90 grados, o sea que escuchábamos el ruido de los autos que venían, pero no los veíamos hasta que no estaban encima. En eso vemos doblar una Chevrolet blanca que pasó al lado nuestro, amagó pararse, nos miraron, despacio siguió, pero desde ahí nos dispararon. Cabalgando en la puerta delantera, medio abierta, iba un individuo con un fusil en la mano; llevaban mucha gente en la caja. Nosotros respondimos el fuego. A Segura una bala le pegó en la pierna y a Villalba otro tiro le dio en la rodilla. Yo estaba en el medio, no me tocó ninguna. Yo apreté el gatillo, salieron 3 ó 4 disparos y se me trabó el fusil.

-      ¿Qué hizo?
-      Ahí tengo un blanco en la mente...no recuerdo cómo llegué a protegerme detrás de un eucaliptus. Estábamos con Segura...Villalba estaba más lejos. Yo no sabía que Segura estaba herido, desangrándose, mientras yo peleaba para destrabar mi fusil, desesperado, lo golpeaba, le pateaba la manibela... Y en eso llegó Lafuente, el suboficial, quien empezó a dirigir el escenario. Segura puteaba, envuelto en una hemorragia... y Villalba nos contaba de su herida en la pierna.

-      ¿Qué pasó con la gente de la camioneta que los baleó ¿
-      El individuo que nos tiró cayó al suelo, cerca del alambrado y quedó ahí. Pero en ese momento comenzó el tiroteo con los que habían quedado escondidos entre las cañas. Las dos camionetas los dejaron y se fueron, pero poco más adelante, se tirotean con otro de nuestros camiones que venía llegando al lugar.

-      ¿Cuántos eran?
-      Ellos eran 117, nosotros 11 soldados y 2 suboficiales. Estaban Adrián Segura, Osvaldo Alcalá, César Pardal, José Romero, Carranza, Flores, Villalba... y el sargento primero Reynoso, y cabo primero Lafuente.

-      ¿Recuerda el intercambio de tiros?
-      Cómo no! El tiroteo fuerte duró como media hora. Pero fuerte en serio eh?... como en las películas. Balas por todas partes, pegaban acá, pegaban allá, en los árboles, ese silbido característico de la balacera.... Y yo con el fusil trabado, hasta que no sé cómo entré a la escuela y recogí un fusil que andaba bien mientras afuera seguían los tiros; Lafuente nos organizaba. En un momento me dijo que teníamos que entrar a Segura, herido, a la escuela. Lo atamos con una soga y lo arrastramos hasta la galería, donde estaban Pardal y Alcalá. Mientras, afuera la balacera no aflojaba. A mí Segura me decía que le entraba tierra en los ojos... y sabés qué? era tierra que levantaba la línea de los balazos de la ametralladoras que le rozaban la cabeza. Lo dejamos a Segura protegido y seguimos disparando a todas partes pese a que el tiroteo ya se había calmado bastante.

-      ¿Cómo siguió?
-      Lafuente me dijo que fuera a buscar ayuda, pero el suboficial Reynoso no quería que fuera. "Lo van a matar al chango”, decía. Lafuente insistió, me subí al Unimog y salí, era el atardecer pero alcancé a ver el camión nuestro en el que venía Roberto Mamaní cruzado sobre a calle, ya se había tiroteado con ellos lo que pasa es que nosotros no sabíamos. Yo salí con mi vehículo y apenas me moví me rociaron con tiros desde todas partes. Era un ruido tremendo de vidrios que caían en medio de la balacera!...  me tiré al suelo por el lado del acompañante. Lafuente me vió y me arrastró hasta sacarme del camino. Volví a subirme a mi Unimog, pongo marcha atrás y empecé a moverme, sin advertir que por ahí había caños y materiales de una obra de entubamiento de una acequia. Cuando me di cuenta frené, pero el vehículo no respondió, ahí me di cuenta de que en el tiroteo le habían metido un balazo en el compresor de aire. Me subí arriba de un caño y quedé haciendo trancabalanca.

-      ¿Cómo terminó?
-      Calculo que era la medianoche cuando vimos que el cielo se iluminó por una bengala... ya estaba el Ejército en pleno. Recogieron a Mamaní que estaba herido y llegan a la escuela sin saber qué había pasado con nosotros. Y se escuchó el “santo y seña” clásico dentro de la Compañía: ingeniero negro, de un lado, y la respuesta de ingeniero negro de este lado.

-      ¿Por qué cree que los atacaron?
-      El objetivo no éramos nosotros. Ellos pensaban tomar, el 29 de mayo, el comando táctico del ejército en Famaillá. Estaban en una finca próxima que habían tomado, el 28 se les escapó un individuo, entonces aceleran los trámites y salen en su búsqueda porque saben que ese tipo los delataría. Salen hacia Famaillá y en el camino se encuentran con el Unimog nuestro y con todo nuestro grupo... Eso pasó.

“Yo era un soldado legal, por qué me tiraste a matar?

Roberto Mamaní es otro de los soldados que peleó y resultó gravemente herido en Manchalá. En la charla con El Tribuno, recordó que nada sabía de lo que estaba pasando en la escuelita. “Yo venía en otro camión, salíamos de una recta larga y a lo lejos vi un movimiento raro. Yo venía de custodia en el camión, con Ontivero. Abajo en la cabina, el chofer de apellido Villada y dos suboficiales, Arroyo y Soto, recordó, y agregó que “de repente, tuvimos dos camionetas casi encima y ahí nomás las ráfagas de tiros”.
“Las balas -continuó- alcanzaron al chofer, el tiro entró por la frente del casco y salió por atrás. El cayó shockeado sobre el volante y el camión se clavó en la banquina”. Él quiso salir del camión, pero lo alcanzó un tiro en el brazo “fue como un hachazo, me saltaba la sangre por todos lados, yo me agarraba el brazo porque el dolor era muy intenso. Y ellos seguían tirando, aunque aisladamente. Y ahí ya no me acuerdo más”.
La última imagen de Mamaní antes de desmayarse fue la luna, brillante. “A mí me tocó muy de cerca esto porque mi esposa, en aquel tiempo mi novia, estaba embarazada y lo único que quería era vivir para conocer a mi hijo. Pedía que me curaran, que me salvaran, como fuera”.

Recordó que llegaron Arce con un volquete, y el enfermero Carlos Fava. “Yo creía que moría de dolor, me sentía morir, me faltaban 3 centímetros de húmero... Me llevaron a Famaillá, luego a Tucumán y al final al Hospital Militar central de Buenos Aires”. Tuvo nueve operaciones dos paros cardíacos y principio de gangrena. Además, le contagiaron chagas, aunque por suerte la enfermedad “está dormida”.

A Mamaní le gustaría encontrares “con alguno de esos del ERP que estaban en el monte y preguntarle: ¿Por qué me tiraste?, ¿yo era un soldado legal, por qué me tiraste a matar? Y lamentamos con dolor profundo que en un gobierno democrático nos ninguneen”.


NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.



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